Juan me pide que le escriba unas seis o siete páginas. Él me dice que no importa lo que haya detrás de las palabras. Que lo importante es la obra. Que si hubiese que fijarse en los escritores y conocerlos, nos llevaríamos más que una desilusión.
Me dice que puedo escribir sobre los sueños; le digo que no es conveniente. Me explica sobre los diferentes recursos literarios. Yo le acompaño la idea diciendo que la mayoría de los escritores serian hombres solitarios sin no hicieran uso de esos recursos. Juan me dice que los escritores son todos así.
Siete líneas, parece difícil, pero esto va tomando color, o no; por que a fin de cuentas esta impreso en blanco y negro.
Alguna vez me explico que las metáforas, son muy “abiertas” que no concentran una idea en sí. Bueno al menos yo entendí eso. Concordamos en que el relato “simplista” directo, ese que es “patada-gol” es el que vale, el que sorprende, el que remata contra la idea difusa del lector.

Suena el teléfono, bajo el volumen de la música.
Equivocado.
Le digo que no tenemos nada que ver con ese local.
Insiste, pero repitiendo los dígitos.
Entiendo, asiento, y entiende.
Unos o dos chistes, y cortamos.
Me siento, le grito a mi perra.

Y aquí continúo…
Afuera, los niños juegan, claro, que novedad. La señora le habla al señor, el señor le grita al niño, y el niño le mete un piedrazo al perro.
El señor y la señora se van, el niño queda solo con el perro.
Que perro cagón.